lunes, 30 de junio de 2014

Ahora lo comprendo todo, cuando decías que a veces el amor duele y se transforma en un arma suicida y más de alguno termina muerto, o termina herido y después tiene miedo de volver a amar. Veintisiete veces apretaste el gatillo y veintisiete veces detuve las balas por ti, lo que no sabía era quien estaba apuntando hacía mi, eras tú. Y comprendí que el amor no duele, lo que duelen son las personas a las cuales decidimos amar, porque hasta el más mínimo error duele, duele de la misma proporción en que se ama, partes igualitarias. Pero eso es lo que jode, no se elige, simplemente sucede. Pero es bonito mientras dura, ¿o no? Lo triste es cuando nos vamos convirtiendo en desconocidos con un par de recuerdos que nos hacen sonreír o nos hacen rompernos en la oscuridad de la noche, ¿cómo y cuándo?, ¿cómo fue que nos convertimos en esto y cuándo dejamos de necesitarnos? Sé que ambos fallamos. Tú por no corresponder el amor que te tenía y yo por vivir en una mentira de la cual no quería salir. Nos faltaron un par de cosas por organizar juntos, por ejemplo nuestro reencuentro en una de las tantas discusiones que tuvimos. Es incierto todo lo que el futuro nos depara, y no sé, quizá en una de esas jugadas nos incluya a nosotros dos.

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