jueves, 27 de octubre de 2016

Esta nueva etapa de mi vida no es sencilla, no es fácil caminar con el peso de tu recuerdo sobre mis hombros. Aunque ya había pasado por otras desiluciones amorosas, no me equivoco al asegurar que esto es algo nuevo para mí pues nunca lo había experimentado con tanta intensidad.
Intensidad es la palabra que define el tiempo contigo y lo vivido después de ti, nunca había sentido el amor con tanta fuerza, nunca había vivido una relación tan pura, tan plena, tan completa, pero al mismo tiempo, jamás me había sentido tan rota como cuando te fuiste.
No es fácil caminar con la frente en alto, fingir que nada pasa cuando todo, completamente todo me lanza una bofetada en la cara con tu recuerdo, no es sencillo hacerme creer que te estoy superando, que ya estoy logrando olvidarte y de repente, sorprenderme con los ojos inundados de tu recuerdo.
Aún cuando cada día me empeñaba en dar todo lo que tenía a mi alcance para poder retenerte junto a mí, aún cuando hacía hasta lo imposible porque te dieras cuenta que no iba a faltarnos nada estando juntos, aún cuando te entregaba mi corazón en cada beso, palabra o caricia, nada fue suficiente para evitar que te marcharas. Para ti fue fácil darte la vuelta y no darme ni una palabra, ningún motivo, así sin más me tiraste en caída libre y sin paracaídas desde la nube en la que tú me subiste.
Me dejaste con una ilusión de amor real, de ese que es para siempre, pues así me lo decías, me dejaste con el hueco en el pecho, ese que arde, que quema, que va arrasando con todo poco a poco, menos con la sombra de tu recuerdo.
Aún no entiendo como mi memoria siempre acaba encontrando un recuerdo tuyo, y que en repetidas ocasiones acabe susurrando tu nombre.
Las mariposas están muriendo y despacito, pero también se está muriendo en mí lo que siento por ti. Por eso quiero pedirte un último favor; cuando lo logre, cuando por fin te saque de mi cabeza y de mi corazón, cuando veas que la sonrisa sincera ha vuelto a mi rostro y que estoy bien sin ti, no vayas a volver.