Éramos de esos que no saben estar juntos pero tampoco sobreviven separados. De los que pueden estar días sin hablarse, pero no soportarían faltarse. Que se podrían insultar hasta cenando, pero, si alguno faltara, ambos morirían. De que cada vez que éramos tormenta, después venían otras (c)almas. De esas que no llenaban y lo hacían todo aburrido. De "Sí, me trata bien, pero no es lo mismo". Que si uno picaba, el otro respondía. De echarse de menos y no decir ni mu. De ser orgullosos hasta reventar. Y reventamos. Tanto, que ni hablamos. De esos que estaban destinados a quererse. De odiarse a ratos. A no ser. Pero siendo toda la vida.