El otro día en el autobús, si ese sitio tan pintoresco donde lo mismo te encuentras a la pareja de abuelitos felices, o un chaval con gafas de culo de vaso, que el máximo amor que ha sentido ha sido por su Xbox, me encontré a dos muchachas que rozaban los quince hablando de lo mucho que habían cambiado. Son las típicas conversaciones que no te interesan, pero que te dan que pensar.
Y yo pues claro, pensé. ¿Qué sabrán ellas del cambio de las cosas?
Ahora yo si pensé en todo lo que había cambiado, pero ese todo, era un todo muy pequeño.
Sigo siendo la misma. Sí, esa que se pone cinco despertadores para poder llegar con el tiempo justo a clase. La que no lleva nada de orden, nunca. No intentes buscar algo en mi bolso porque probablemente no lo encuentres. La que hace la maleta a última hora, a mogollón y llena de “por si”. Me encantan los por si. Son los propósitos que aunque no creas, tu subconsciente quiere llegar allí. Quiere conseguirlo.
Me sigo lavando el pelo cada vez que me ducho, porque soy de las que piensa que o te acicalas entera o vas a medias.
Sigo llevando mi móvil en el bolsillo trasero del pantalón, si no lo llevo en la mano claro está. No soy capaz de ir en un coche sin música, y me pinto las uñas por no comermelas, pero me como el esmalte.
Sigo saliendo cada vez que puedo, mejor dicho, que quiero. Que no me voy a quedar un San Valentín llorando porque no me van a regalar cuatro tonterias, un ramo de flores, y una tarjetita en la que pone un “para siempre”. Pienso que los para siempre no existen. Por ahora las tarde de manta y peli, las voy a seguir pasando sola, o con amigas, que siempre son pocas.
Sigo siendo la cabezota de siempre. La que no va a parar hasta conseguir aquello que se propuso. Un día me propuse ganar la lotería; que no cunda el pánico, todavía tengo tiempo. No soporto el compromiso, pero no el sentimental, sino el de hacer las cosas por obligación. Si no quieres hacer algo, pues lo dices y punto. Y quien no lo quiera así, pues que se joda.
Sigo siendo la cobarde que no dice las cosas por no herir a los demás, pero que cuando el vaso se llena, acaban haciendo daño.
Luego observé lo igual que seguía siendo, y en todo lo que había cambiado a mi alrededor. Que yo soy la misma pero que el mundo gira.
Habían pasado miles de personas por mi lado, algunas para quedarse; y algunas que estaban, se habían ido.
Mi pregunta es si se fueron porque quisieron o porque yo las eché, y la verdad es que el motivo me da igual, sólo se que ya no están.
Sigue existiendo esa tía 10 en la que piensas cada vez que escuchas esa canción o ves esa peli. La que te llamaba sólo con ver que algo raro te pasaba. La que llegaba media hora tarde, o que ni siquiera se presentaba. La que te presentaba a sus amigas, e incluso te hacía de celestina.
Sigue estando la que se preocupa porque tengas cómo ir a los sitios o porque desde pequeña me enseñaron a no ser egoísta, aunque en ocasiones sea ser “gilipollas”.
Sigue habiendo una valiente dentro de ella, la que hizo que un día se liara la manta a la cabeza y te dijera todo lo que pensaba de ti. No esperaba ni una simple respuesta, sólo quería empezar a dormir tranquila, ya fuera contigo o sin ti. Yo no se si tú no respondiste “si” a aquella proposición tan indecente, si por vergüenza o por miedo, lo cierto es que no has dejado ni un momento de arrepentirte por ello.
Sigue vigente la teoría de que la tierra es redonda, y permiteme decir, que por muchos caminos opuestos que toméis, acabareis coincidiendo. Por mucho que os parezca el final, siempre habrá un comienzo.
jueves, 26 de febrero de 2015
Tu sigues, y el mundo gira.
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